lunes, 12 de enero de 2009

Lo que despertó mi liderazgo



Tenia 16 años y estaba en cuarto año de estudios secundarios, cuando un compañero estudiante interrumpió al maestro, quien además era el sacerdote del distrito, lanzando un coherente, dinámico y apasionado discurso que nos invitó a todos a participar de un diálogo en el que solicitamos una explicación detallada sobre el porque de seguir una tradición religiosa.

El susodicho sacerdote empleó un ineficaz argumento en el que revelaba mas que un sustento explicativo coherente, una autoritaria obligatoriedad para creer en la iglesia católica o que sino lo otro era que nos iríamos a quemar en el infierno. Empeorando su actitud, en pleno abuso de su autoridad y con ojos de fuego y en un acto insólito e injusto, expulsó iracundamente a nuestro compañero del curso por todo el año, se imaginan, tan solo por pedir un argumento mas fundamentado y convincente sobre la fe eclesiática.

Ese amigo se llama Jorge Thomas Romero. Ante esa ilusa e incongruente acción, todos los alumnos lo vimos saliendo del aula, no como un rebelde, tampoco como un perdedor, sino como un héroe, con el mismo talante de un torero cuando le ha dado la última estocada a la bestia. Ese recuerdo es imborrable.

Esa mañana a pesar de mi timidez tuve el primer contacto con que es ser un verdadero líder. Coqui, como cariñosamente lo solemos llamar, había impregnado en nuestras vidas un gran toque de influencia y admiración, pues a nadie se le hubiera ocurrido jamás desafiar a este sacerdote tan respetado por el miedo tiránico que inspiraba.

Desde ese momento, comprobé por mí mismo de que sí se puede llegar a ser un líder. Unos años después aquel muchachito tímido que temblaba al slair a resolver los ejercicios en la pizarra se envolvió en el liderazgo estudiantil de su escuela de Periodismo. Sólo que en aquella época de marchas estudiantiles nos llamaban dirigente, jefe, caudillo, etc.

Han pasado ya 16 años desde que decidí ser un líder y hoy afirmo que como primer paso, el líder nace y en elproceso de la vida también se hace, por que ese proceso llega a formar parte de parte de su contexto histórico y coyuntural en el que se desenvuelve. El segundo paso en la formación del líder es la capacitación, sólo así crecerá para ser un agente de influencia positivo, efectivo y transformador.

Mis diez años como Estudiante de teología, investigador, académico, practicante y formador de líderes juveniles y los últimos dos formando líderes ejecutivos, me llevan a creer que dentro de cada Peruano habita un líder en potencia a quien se le puede ayudar a desarrollarse para que así puerda llegar a ser un ejecutivo, un empresario, un gobernante, un legislador, un ministro de Dios, o un servidor de su comunidad, si tan solo decide serlo y busca la ayuda para adquirir las cualidades del carácter relevante de un autentico líder con todas las habilidades para influenciar a otros con efectividad servicial.

De este tiempo a la actualidad he aprendido que el liderazgo es el proceso a través del cual el líder o los líderes logran:
  • Inspirar visión en sus seguidores,
  • formular con sus seguidores estrategias efectivas para alcanzar la visión propuesta,
  • Motivar a sus seguidores a comprometerse con pasión para moverse a pesar de las barreras existentes y finalmente
  • Ayudarles a sus seguidores a alinear todos los recursos hacia el logro de la visión común de una propuesta que construya puentes y que no instale muros.

He descubierto que ser un líder y ejercer liderazgo es un arte y una ciencia al mismo tiempo. Es un arte, porque depende de las habilidades naturales con las que nace la persona. Y es una ciencia, por que el desarrollo y crecimiento del líder y el proceso de liderazgo dependen del conocer, comprender y practicar un conjunto de principios y conocimientos académicos que están relacionados con una variedad de ciencias tales como, la historia, la sociología, la antropología, la psicología, la administración de empresa, la teología, etc.

Como todo en la vida da vueltas, más o menos habrían transcurrido cinco años después de esa experiencia del aula de clases, en que un catequista ampayó a este mismo sacerdote en su despacho parroquial con la alcaldesa del distrito, teniendo sexo oral, luego de que la burgomaestre le habría concedido en acto público y ceremonial las llaves del distrito a este curita tan ilustre.
Cuando se le preguntaba al nuevo sacerdote sobre el paradero de su colega él alegaba que le había dado una especie de paralisis y otra veces decía derrame cerebral y que esa era la verdadera razón de su ausencia.

Agradezco a Dios por esa mañana, en que entendí y comprendí que tan solo la verdad nos hará libres. Sólo de algo me arrepiento: debí ser el segundo en salir del aula.

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01 DE ENERO DE 2009
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